Nota: La información expresada en este artículo no compromete la voluntad de la Universidad del Rosario ni del Periódico Enclaustrados.
Llegó el gran día, la elección de la rectora o rector que tiene, en principio, sobre sus hombros la responsabilidad de cambiar el destino de la universidad. Digo en principio porque realmente esa carga nos corresponde a todos como comunidad. A solo un día de las elecciones se dio a conocer el nombre de los candidatos preseleccionados por parte del colegio elector, sin embargo, quedan dudas sobre el criterio y misterio que caracterizó el proceso.
En el proceso se postularon, según el comunicado oficial, treinta y cuatro candidatos de los cuales solo tuvimos la oportunidad de conocer a seis. Esto resulta problemático por factores como la falta de divulgación y conocimiento de sus perfiles, la inminencia con la que el colegio elector filtró a los candidatos y el desconocimiento de los criterios que motivaron su decisión, que posiblemente serían de gran aporte para la dirección que requiere actualmente la institución.
Pero no solo en esto se fundamenta la discusión. La destitución de la administración anterior fue un avance avasallante. Sin embargo, todo apunta a que no fuimos capaces de prevenir que era simplemente el primer paso para constituir un cambio. Hoy en los pasillos solo se respira una incertidumbre silente que parece venir de unos pocos a los que la intriga aún no ha dejado descansar. Ahora quedan rezagos de ese movimiento y el común denominador es el desinterés. De todas formas, de la efusividad que invadió a la comunidad en ese periodo álgido que atravesó la administración pasada no queda nada.
Como estudiantes, gobiernos estudiantiles, docentes, administrativos y miembros en general de la universidad debemos tomar partido por lo que nos pertenece. No digo que desde un discurso separatista o pesimista pero sí crítico. Evaluar por medios propios los perfiles de candidatos, hacer presencia y veeduría de los procesos de selección y posteriormente de las actuaciones que imparta el elegido o elegida. Los consejos académicos de cada carrera también deben tomar partido. Su función consiste en representar, tomar partido por los estudiantes, servir de medio de comunicación y también de control.
Ahora, más que nunca, debemos estar en una posición diligente. Toda la atención debe estar centrada en un proceso de elección transparente; en un plan de gobierno incluyente tanto académica como humanamente. Pero nuestra postura demuestra lo contrario, que ganamos solo una batalla. Que matamos el tigre y nos dio miedo el cuero. Es ahora que nos debemos unir más que nunca para conseguir esa administración ecuánime y responsable que tanto anhelamos.
Justamente, en el marco de las elecciones de consejos estudiantiles, es imprescindible que renuncien a la demagogia tradicional y finjan ser activistas justamente en procesos como el que hoy nos atañe y veedores de una buena gestión de los órganos de gobierno. Siempre en pos del bienestar del estudiantado y los miembros en general que componen la universidad.
Debo también reconocer que considero plausible la intención del Consejo Superior Estudiantil de servir como puente para transmitir la perspectiva de la colegiatura y los procedimientos que conlleva todo el proceso de elección de un nuevo rector o rectora. No queda más que la expectativa. Confiar en que no hay intereses de por medio entre los votantes y, sobre todo, que se haya aprendido la lección que nos dejó los resultados de un gobierno fundamentado en el interés propio. Y esperar que el fantasma de la administración pasada no continúe merodeando por las instalaciones de nuestra universidad.
Foto tomada de: @Urosario en X
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