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Wallace y Gromit: la venganza se sirve con plumas

Volver a ver Wallace y Gromit en acción fue gratamente satisfactorio. La dupla británica volvió al cine después de tanto tiempo. La franquicia, que se ha ganado el cariño de generaciones a través de su encantadora mezcla de humor absurdo, inventos inusuales y su peculiar animación en stop-motion, ha vuelto con Wallace y Gromit: la venganza se sirve con plumas (2024).


Para los que crecieron con estos personajes, la película está impregnada de una nostalgia inconfundible. Wallace, el inventor siempre optimista, pero algo torpe, y su fiel compañero Gromit, el perro silencioso antropomórfico, siempre astuto, se enfrentan esta vez a un enemigo del pasado: Feathers McGraw, el pingüino villano. El villano más carismático y memorable de la saga. La venganza de este pingüino no solo se convierte en el motor de la trama.


 Si bien la historia se basa en una premisa simple (un villano que busca venganza), la magia de Wallace y Gromit reside en lo que siempre han logrado: crear algo extraordinario de lo ordinario, en este caso, la intriga que rodea a un pingüino inexpresivo quiera robar un diamante y no solo esto, sino la belleza hasta de la vida cotidiana de un inventor que vive con su perro, su gran amor por el té y su adoración por el queso.


Lo que más se disfruta de esta película no es solo la historia, que ya de por sí, tenía tintes de suspenso con los nomos de jardín que querían básicamente dominar el mundo. Este tipo de antagonista de ser adorable a pasar de terrorífico, ya lo hemos visto antes como en la película Wallace y Gromit: la batalla de los vegetales (2005), donde Wallace lentamente se va transformando a un conejo, aunque fuera un recurso similar. Lo que, si las diferencias son los chistes para adultos que casi no se enfocan en esta nueva entrega, prefieren darle una perspectiva al villano principal y nuestra dupla británica favorita.


La animación en stop-motion sigue siendo tan efectiva para transmitir emociones. Cada pequeño movimiento de los personajes, las expresiones faciales, los gestos y las posturas, siguen demostrando la magia y dedicación por la animación stop-motion. A pesar de los avances tecnológicos y la llegada de otras formas de animación, no hay nada que se compare con la calidez y la autenticidad que ofrece este tipo de animación poco usual.

En cuanto al ritmo, la acción se mantiene constante sin caer en la repetición ni en la previsibilidad. Hay suficientes giros y situaciones cómicas para mantener la atención, incluso de aquellos que no son tan fanáticos de los personajes. La animación, aunque fiel a su estilo clásico, incorpora detalles que enriquecen la experiencia visual, como la textura de las superficies y el nivel de detalle en cada escena, algo que solo una película de Aardman podría ofrecer.


Foto tomada de: El Pais.



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